La soledad del Sacerdote
Los sacerdotes somos seres vulnerables . Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la concienci...