¿Qué necesita la iglesia hoy?
Nos encontramos ante una sociedad súper cambiante, llena de obstáculos e ideologías de todo tipo que podría ser producto de la globalización por el constante intercambio de información con la que contamos.
La realidad actual pone situaciones en donde la iglesia como tal se encuentra en una lucha por abrazar a sus hijos, o mejor dicho, seguir abrazando a sus hijos. La iglesia en su postura de madre necesita mas que nunca la unidad en la oración de su comunidad; una comunidad que mantenga su fe firme en Jesús y fuertes en espíritu para ser esas murallas que defiendan el objetivo principal de la iglesia, abrazar.
Las creencias o ideologías creadas por el hombre cega de una manera abismal a tantos hermanos, se aprovechan de la debilidad de su fe para hacerles entrar en ese juego que rompe con la estructura de una catequesis de enseñanza a la fidelidad con Cristo.
La relación entre la iglesia y la sociedad ha variado mucho a lo largo de la historia del cristianismo y según las diferentes confesiones cristianas. De esta manera podemos ver épocas de profunda oposición entre la iglesia y la sociedad, como por ejemplo durante las persecuciones del imperio romano, durante la revolución francesa o los regímenes liberales.
Esta problemática se puede plantear de dos maneras: en términos más reducidos como relación entre la Iglesia y el Estado – entendido como parte de la sociedad – o bien en términos más amplios en cuanto a la relación general de la iglesia con el conjunto de la sociedad. Si durante gran parte de la historia del cristianismo la problemática principal era la primera, hoy en día es más bien la segunda la que está en primer plano.
Por esto y muchos motivos más se da el caso de que varios hermanos deciden cortar lazo y alejarse de la iglesia católica, llegando así a conclusiones falsas y poco coherentes con su educación eclesial, todo por una decepción personal y sin una ayuda o una voz que le pueda hacer entender las situaciones en las que nos encontramos y como sobrellevar el cambio constante que acontece en la sociedad y los parámetros que la iglesia debería tomar ante diferentes casos.
Seis desafíos para la iglesia hoy
Ante los diferentes escenarios nos toca mencionar algunos desafíos que entendemos tiene la iglesia en la actualidad para poder ser eficiente y eficaz en la misión encomendada por nuestro Señor.
- El primer desafío que mencionaremos es el de ser pertinentes. Necesitamos básicamente volver al criterio que utilizaba Jesús cuando interactuaba con las personas. Conocía su problemática, sabía sus necesidades pero fundamentalmente se acercaba a ellos con un lenguaje claro, simple, que trasuntaba cercanía, proximidad. A los agricultores les hablaba sobre agricultura, a los pescadores sobre pesca, a los sembradores sobre siembra. A cada realidad y a cada contexto de manera integral les acercaba los valores del Reino. Muchas veces nos cuesta ser pertinentes, espiritualizamos todo incluso, nuestro discurso, nos volvemos lejanos, irreales, como si no tuviéramos interés por las personas y su realidad social.
- El segundo desafío es el del compromiso. Una iglesia que realmente está comprometida con el Evangelio de Jesucristo es consciente de la necesidad de las personas y sus carencias, no sólo espirituales sino afectivas, económicas, laborales, sociales y familiares. Jesús se comprometió con las personas integralmente. Sanó a los enfermos, limpió a los leprosos, dio de comer a los hambrientos, revivió a los muertos, consoló a los que sufrían y perdonó a los pecadores. Un compromiso sin acción es indiferencia y una fe sin compromiso es simplemente religión.
- El tercer desafío es el de ser exitosos a los ojos y con los parámetros de Dios. Gran parte de la iglesia actual se amoldó a los valores del mundo, a sus patrones, a sus esquemas, a sus parámetros de éxito. Pensamos que son exitosos los ministerios grandes, los que movilizan gran cantidad de personas, los cultos vistosos, deslumbrantes, es lo que llamamos “cultura de la plataforma”. Esto sin duda es importante porque la iglesia está llamada a salvar a la mayor cantidad de personas posibles; no obstante, el éxito en sentido bíblico se mide por los frutos, por la exteriorización y encarnación de los valores de la cultura de Jesús.
- El cuarto desafío es el de ser la voz de los que no tienen voz. La iglesia fue llamada a defender y hacer justicia, proclamar el año agradable del Señor. El Evangelio trajo dignidad a las personas, equiparó sus derechos, asistió a los necesitados y defendió a los menesterosos y viudas. La conceptualización de la justicia social no ha cambiado. Hoy tenemos el deber de alzar nuestra voz por lo que nos tienen voz, pero también de interceder y amar a todos, incluso a los que desean anular la voz de los demás.
- El quinto desafío es el de saber comunicar adecuadamente el mensaje del Evangelio. Tenemos serios problemas para trasmitir el mensaje, si bien eso es fruto de una multiplicidad de factores, quizás los más importantes sean el aislamiento que la iglesia se autoimpuso del mundo por años, la falta de seguimiento del desarrollo social y tecnológico y fundamentalmente nuestra tendencia a la espiritualización del discurso pretendiendo que al mismo tiempo las personas logren descifrar nuestros códigos espirituales y bíblicos.
- El sexto y último desafío que quisiéramos desarrollar es el de saber formar a las próximas generaciones. La iglesia está comenzando a despertar de un largo letargo y reclusión. En este sentido no alcanza con enseñar, no es suficiente sentar nuestra posición, es menester, alentar e inspirar a las próximas generaciones para que ellas ocupen lugares de preeminencia, estén donde hoy no estamos nosotros, se sienten en los lugares donde hoy no estamos accediendo.
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